Mi historia en la búsqueda de tener un hijo comienza cuando marido y yo teníamos 2 años de casados. Mi ilusión desde muy joven era formar una familia. Siempre lo quise así pues vengo de una familia bastante grande.
Empezamos a intentar pero no pasaba nada. Al año de estar tratando embarazarme visite a mi ginecólogo. El recomendó unos análisis. Para ese entonces ya cumpliría 31 años. Los exámenes determinaron que posiblemente la calidad de mis óvulos no eran muy buenos y producía muy pocos. Fuera de eso tenía una trompa semi-obstruida, lo cual haría más difícil llegar a embarazarme. Pero el me dijo que todavía era muy joven y que había posibilidades de lograrlo. Para ese momento todavía estábamos tranquilos. Con el paso del tiempo mi angustia empezó a crecer ya que nada pasaba. Nos sometimos a un tratamiento el cual la espera te produce ansiedad.
Mi esposo me apoyaba de todas las formas pero internamente me sentía muy triste y me preguntaba porque a mí si mi madre y mis hermanas fueron muy fértiles. Me cuestione muchísimo en ese momento. Finalmente después de casi 4 años de desesperanza me hice un in vitro el cual resultó en mi primer hijo. Mi hijo milagro. Fue la felicidad más grande del mundo para mi, mi esposo y mi familia. Para ese entonces tenía 35 anos.
Me convertí en la mamá más orgullosa del mundo. En ese momento pensábamos solo quedarnos con un hijo ya que el proceso de la búsqueda nos desgastó muchísimo como pareja. Pero con el paso del tiempo miraba a mi hijo y me decía que no podría dejarlo sin un hermanito.
Y volvieron los pensamientos de querer una familia grande pero también el miedo de volver a pasar por el mismo proceso y este momento tenía en contra mi edad, no porque sintiera que no se podía sino por el diagnóstico que tuve unos años atrás que lo haría más difícil.
Con el transcurso del tiempo, hablé con mi marido y los dos con mucho miedo e incertidumbre volvimos a empezar el proceso de intentarlo de nuevo. Cuando mi hijo cumplió dos años, regresé donde mi doctor. El me dijo que la única forma que tenía de embarazarme era por medio de un in vitro y que no me aseguraba que funcionaría.
Así fue que me sometí a 3 in vitros más añadiéndole una dieta sana, ejercicio para mantener mi cuerpo en buen estado, pero de nuevo la angustia se apoderó de mí. Solo pensaba en eso todo el tiempo. Llegué al punto de que ver parejas con más niños me afectaba emocionalmente o los comentarios imprudentes de otras personas me hacían sentir muy mal. Llegué al punto de mentir y decir que no quería más hijos y que me sentía bien con uno solo, lo cual no era cierto pero era mi mecanismo de defensa para evadir ese tema.
Mi marido como siempre a mi lado apoyándome en esos momentos. Finalmente desistimos de buscar un hermanito para nuestro hijo ya que esto estaba afectando nuestra relación diaria como pareja. Sin embargo para ese entonces empecé hacer acupuntura por 8 meses para relajarme y sentirme mejor, lo cual me ayudó muchísimo.
Un día mi esposo en una conversación me dijo: porque no viajamos a tu país y lo intentamos por última vez. En la conversación me dijo que de pronto estando con mi familia y más relajada y fuera de este ambiente por un tiempo podría funcionar.
Con millones de dudas y después de pensarlo unos días le dije que si y así fue que viajamos a mi país y me sometí a un tratamiento con un excelente doctor. Para nuestra sorpresa y la de mi familia quede embarazada no solo de uno sino de dos hermosos pequeños. Ahora, a mis 40 años soy la mama más feliz del mundo con un mi hijo mayor de 5 años y mis mellizos de casi 15 meses. Ellos son el centro de nuestras vidas.
Miro hacia atrás y me pongo a pensar todo lo que pasó. Todas mis dudas, mis miedos, la incertidumbre y pienso que la espera y todo lo que viví valió la pena. En el fondo, nunca perdí la esperanza de ser madre y luché junto con mi marido y mi familia hasta lograrlo. Sin ellos nunca hubiera sucedido. Por supuesto mi vida cambio del cielo a la tierra. Soy la mama más ocupada del mundo pero también la más feliz. Ahora, doy gracias a Dios, a mi familia y a la ciencia por haberme permitido pasar por este largo camino pues al final valió la pena.